Un tratamiento complementario a la terapia de compresión es la escleroterapia. Consiste en una técnica no invasiva que consigue eliminar várices grandes, que en muchos casos han sido diagnosticadas para cirugía con posoperatorio. La intervención es indolora, sin pérdida de sangre y en una única sesión.
El método de la esclerosis surge durante la Primera Guerra Mundial, cuando se descubre que las inyecciones de derivados del mercurio, causaban el endurecimiento de las venas de los brazos. Fue así como se populariza el procedimiento de la escleroterapia.
Este tratamiento busca eliminar de la circulación las venas que, por diferentes razones, se han vuelto varicosas. En lugar de extraerlas como se hace con la cirugía, la escleroterapia las “seca” o esclerosa, mediante la inyección de diferentes sustancias irritantes que hacen “desaparecer” los vasos sanguíneos afectados, como espumas, glicerina fría, crío esclerosis y otras.
La terapia esclerosante consiste no solo en eliminar las venas, sino también en impedir su recanalización. Por ello, se produce la formación de tejido cicatrizado, que permite a la vena transformarse en un cordón fibroso, duro, impermeable a la sangre y destinada a ser “digerida” como cuerpo extraño por el organismo ¿El resultado? La destrucción de la vena es definitiva.
La escleroterapia no solo se utiliza para eliminar várices grandes, sino también para tratar las venas arañitas y várices que pueden aparecer en la cara, las piernas y otras partes del cuerpo. Si comenzaron a aparecer esas venas que incomodan o tienes várices que deben ser tratadas, es momento de considerar una terapia no invasiva que mejore tu calidad de vida.
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